Si extendemos la tolerancia ilimitada incluso a quienes son intolerantes, si no estamos preparados para defender una sociedad contra la masacre de lo intolerante, entonces los tolerantes serán destruidos, y la tolerancia con ellos.

martes, noviembre 30, 2010

hacia donde Vamos

Quiero comenzar diciéndole lo siguiente: yo no soy muy distinto al resto de los jóvenes de hoy en día, ni los jóvenes de hoy en día tenemos aspiraciones muy distintas a los de cualquier otra generación reciente. Estas aspiraciones se resumen en palabras como bienestar, oportunidades, futuro o trabajo. Hoy, estas aspiraciones se están viendo truncadas y por ende surge la necesidad...

La necesidad de política tiene por secuela la necesidad de nación. La nación también había sido condenada. Pero aquí está de nuevo, para responder a la necesidad de identidad frente a la mundialización, vivida como una empresa de uniformización y mercantilización del mundo en la que ya no quedaría lugar para la cultura y para los valores del espíritu. Quizá la inquietud es excesiva, pero es bien real y expresa una necesidad de identidad muy fuerte. Por todas partes la he encontrado en esta juventud; en todas partes me han hablado de ella, gentes de toda condición. Pero la nación no es sólo la identidad. Es también la capacidad de estar juntos para protegerse y para actuar. Es el sentimiento de que no se está solo para afrontar un futuro angustioso y un mundo amenazante. Es el sentimiento de que, juntos, se es más fuerte, y podremos hacer frente a lo que, solos, no podríamos afrontar. Queremos volver a poner la voluntad política y Chile en el corazón del debate político. La voluntad política y la nación están siempre para lo mejor y para lo peor. El pueblo que se moviliza, que se convierte en una fuerza colectiva, es una potencia temible que puede actuar tanto para lo mejor como para lo peor. Hagamos las cosas de manera que sea para lo mejor. Conjuraremos lo peor respetando a los chilenos, manteniendo nuestros compromisos, respetando la palabra dada. Demandaremos lo peor haciendo que la moral retorne a la política.

La izquierda hipócrita
La concertación ha degradado el nivel moral de la política. Todos esos políticos que reivindican la herencia de 1970, dan al prójimo lecciones que jamás se aplican a sí mismos, quieren imponer a los demás comportamientos, reglas, sacrificios que jamás se imponen a sí mismos. Proclaman: “Haced lo que yo digo, no hagáis lo que yo hago”. Ésa es la izquierda heredera de Mayo del 68, la que está en la política, en los medios de comunicación, en la administración, en la economía. La izquierda que le ha tomado gusto al poder, a los Privilegios. La izquierda que no ama a la nación porque no quiere compartir nada. Que no ama a la República porque no ama la igualdad. Que pretende defender los servicios públicos, pero que jamás veras en un transporte público. Que ama tanto la educación pública, que a sus hijos los lleva a colegios privados. Que dice adorar la periferia, pero que se cuida muy mucho de vivir en ella. Que siempre encuentra excusas para los violentos, a condición de que se queden en esos barrios a los que ella, la izquierda, no va jamás. Esa izquierda que hace grandes discursos sobre el interés general, pero que se encierra en el clientelismo y el corporativismo. Que firma peticiones y manifiestos cuando se expulsa a algún “okupa”, pero que no aceptaría que se instalaran en su casa. Que dedica su tiempo a hacer moral para los demás, sin ser capaz de aplicársela a sí misma. Esa izquierda, en fin, que entre Jules Ferry y Mayo del 68 ha elegido Mayo del 68, es la que condenó a Chile a un inmovilismo cuyas principales víctimas fueron los trabajadores, los más modestos, los más pobres.

Ésa es la izquierda que desde marzo del 90 ha renunciado al mérito y al esfuerzo, que ha dejado de hablarle a los trabajadores, de sentirse concernida por la suerte de los trabajadores, de amar a los trabajadores; porque el valor trabajo ya no forma parte de sus valores, porque su ideología ya no es la de Jaurès o la de Blum, que respetaban a los trabajadores, sino que ahora la ideología de la izquierda es la del reparto obligatorio del trabajo, la del asistencialismo. La crisis del trabajo es ante todo una crisis moral, y en ella la concertación tiene una enorme responsabilidad. La UDI y RN intentan rehabilitar el trabajo, queremos devolver al trabajador el primer lugar en la sociedad.

Liquidar la herencia de la concertación

La concertación ha debilitado la autoridad del Estado. Esos herederos que en el 89 gritaban “La alegría ya viene”, toman sistemáticamente partido por los violentos y los alborotadores contra la policía. Lo hemos visto tras los incidentes de en la Araucania. En lugar de condenar a los violentos y de apoyar a las fuerzas del orden y su difícil trabajo, no se les ha ocurrido nada mejor… : “Es inquietante constatar que se ha abierto una fosa entre los carabineros y la juventud”. Como si los vándalos representaran a toda la juventud Chilena. Como si fuera la policía la que estaba actuando mal, y no los violentos. Como si los violentos hubieran destrozado todo y saqueado los comercios para expresar una revuelta contra una injusticia. Como si el hecho de ser jóvenes lo excusara todo. Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente siempre inocente. Ésos son concertación, que denigran la identidad nacional, que atizan el odio a la familia, a la sociedad, al Estado, a la nación, a la República.
En las elecciones pasadas se trató de saber si la concertación debío ser perpetuada o si puedo ser liquidada de una vez por todas. Yo opte por el cambio. Pero tiene que ser más que un gesto. No hay que contentarse con que Sebastián Piñera sea presidente.

No se puede decir que se desea el orden y tomar sistemáticamente partido contra las policías. No es posible seguir denunciando la “terrorismo” y el “Estado represor” cada vez que la policía intenta hacer respetar la ley. No se puede decir que uno apuesta por el valor del trabajo y, al mismo tiempo, generalizar los feriados, seguir cargándolo con impuestos y estimular la mentalidad del asistido, del que cobra del Estado para no trabajar. No se puede decir que no se desea obstaculizar la reconstrucción y al mismo tiempo rechazar cualquier experimentación del impuesto, que permite financiar la protección social y la reconstrucción. No es posible proclamar grandes principios y negarse a inscribirlos en la realidad. Yo propongo a los chilenos romper realmente con el espíritu, con los comportamientos, con las ideas de la concertación, con el cinismo del 73. Proponemos a los Chilenos devolver a la política la moral, la autoridad, el trabajo, la nación. Les propongo reconstruir un Estado que haga realmente su trabajo y que, en consecuencia, domine las feudalidades, los corporativismos y los intereses particulares. Les propongo rehacer una República una e indivisible contra todos los comunitarismos y todos los separatismos.

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